miércoles, 7 de agosto de 2013

Llegar a Pekin




Primer día de nuestra ventura. Nos encontramos en el aeropuerto, vemos que estamos todos, facturamos, nos despedimos de los familiares y nos vamos, que nervios! Por suerte, todo va como la seda. El vuelo a Frankfurt sale y llega a tiempo y la espera de casi tres horas allí no se nos hace tan larga. Después de dar una vuelta por las tiendas y tomar algo, procedemos a embarcar a Pekín. Tenemos nueve horas por delante, pero al entrar en el avión vemos que cada asiento cuenta con su pantalla individual, lo que es un gran alivio. A la hora de la comida, se produce la primera elección: comida china o comida occidental? Así, tras horas de siesta, alguna película y conocernos un poco, llegamos a nuestro destino: Pekín.







Nada mas bajarnos del avión, nos encontramos con que el tiempo es húmedo y caluroso, a pesar de ser las 5 de la mañana. Aterrizamos en la moderna terminal 3 y un tren sin conductor nos acerca a la sala de recogida de equipajes, una vez sellados los pasaportes. Por suerte, ninguna incidencia: ni maletas extraviadas ni rotas, por lo que salimos al encuentro de la persona del Instituto Confucio encargada de llevarnos a la escuela.

Después de un no corto trayecto de autobús, nos desperezamos para instalarnos en la escuela. Las chicas se van a un edificio y los chicos a otro. Nos llevan a nuestras habitaciones y bajamos a la cantina que se encuentra entre los dos edificios para desayunar.

Y que desayuno! Para algunos es toda una sorpresa. Aparte del pan de molde con mermelada, hay cosas que no se hubiesen imaginado que la gente pudiese desayunar: arroz frito, sopa, bollos de carne al vapor... A algunos hasta les llega a gustar, y creo que la mayoría acabaran acostumbrándose.

A las 10h, me voy al banco a cambiar el dinero y al volver, solo nos queda por hacer comer y cenar, que no es poco después del largo viaje.





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